La semana pasada en El Diario Financiero se publicó una nota escrita por Enrique Manzur, académico de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, en la cual reflexiona en torno a cómo lograr una mejor educación. El texto dice así:
Aspirar a más: el desafío de la educación
Cada vez que se da a conocer el resultado de un análisis comparativo entre países, surge la pregunta ¿quién o quiénes deberían ser nuestros parámetros de referencia? Por ejemplo, en el caso del ranking de competitividad mundial del IMD, Chile ha superado significativamente en la última década al resto de los países latinoamericanos incluyendo a México, Brasil y Argentina. Por ello, resulta más apropiado realizar la comparación con países pequeños (con población inferior a los 20 millones de habitantes) y competitivos, tales como: Singapur, Irlanda y Finlandia.
La pregunta anterior vuelve a ser relevante al conocerse recientemente los resultados de la prueba PISA (Program for International Student Assessment) de la OCDE que busca evaluar las destrezas de los estudiantes de 15 años en Lectura, Matemáticas y Ciencias, y en la cual, Chile obtiene mejores resultados en comparación a los otros países de la región. Sin embargo, al contrastarnos con los 30 países miembros de la OCDE, la cual nuestro país aspira integrar en un futuro próximo, se observa que los resultados no son tan favorables. De hecho, en las tres áreas evaluadas el resultado de Chile es significativamente más bajo al promedio de los países desarrollados, situándolo en el lugar número 40 entre los 57 países evaluados, y la distancia con países líderes como Finlandia, resulta francamente abrumadora.
Adicionalmente, esta medición revela las importantes diferencias en nuestro país entre los resultados de los jóvenes de acuerdo a su nivel socioeconómico, por ejemplo, en Ciencias los estudiantes de mayores recursos obtienen 511 puntos (superior al promedio de 500 puntos de los países de la OCDE), mientras que los de escasos recursos no alcanzan los 400 puntos. Esto es particularmente importante si se considera que en Chile menos del 10% de los estudiantes asiste a colegios particulares pagados, los que normalmente están vinculados a los sectores de más altos ingresos.
Además, esto es consistente con el aumento en la brecha de puntaje en la PSU entre los alumnos de colegios particulares y aquellos provenientes de colegios municipales, por ejemplo, el promedio de los colegios particulares pagados en lenguaje es de casi 600 puntos en comparación a menos de 480 para los liceos municipales. Lo anterior resulta más grave si se considera que el cambio de PAA a PSU tenía como principal objetivo aumentar las opciones de ingreso a la universidad de los alumnos de menores ingresos.
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