No tienes amigos, tienes “panas”.
También te refieres a ellos como “mi costilla”, porque son parte de ti y los quieres desde el fondo de tu ser. Este tipo de amigo es aquel que te salva cuando te accidentas en la calle, te llama cuando te enfermas y te brinda el almuerzo cuando te gastaste la quincena. Es el mismo que llega a tu casa como “Pedro por su casa” a hablar con tus padres, abrir la nevera y acostarse en tu cama con zapatos puestos. Ese es tu “pana del alma”.
Sabes perfectamente que puede ser divertido “reutilizar” el papel de aluminio.
Llevaste al colegio tu loncherita con una arepa envuelta en papel aluminio, junto con tu malta preferida. Y al terminar de comer, el papel aluminio se reciclaba para crear pelotas y jugar en el recreo.
No conoces nombres ni mucho menos números de calle.
En Venezuela, conseguir una dirección es una hazaña. Sabes que al pedirle orientación a un paisano en la calle te dirá: “por ahí bajas derechito hasta que llegues a la bomba (estación de gasolina), cruzas a la derecha y le das como 15 minutos. Después de eso, cruzas a la izquierda en la YE que viene después del árbol de amapolas”.
Tus comentarios e historias están cargados de folklorismos, sarcasmos y exageraciones.
Es más fácil decir “permiso, no me dejas ver la TV”, pero tu prefieres gritar “carne de burro no es transparente”. O si crees que alguien se está pasando de vivo, en seguida le dices “te va atropellar un carrito de helado”, o “te va a morder un peluche”. Si estás hablando de cómo te caíste por las escaleras, exagerarás diciendo que te “echaste tremenda matada”. Y tu no solo lloras… lo que te sucedió es que “se te aguó el guarapo”.
Cuando escuchas el sonido de una moto empiezas a sudar.
Por lo menos todo venezolano que maneje en la ciudad. Aunque sabes que no todos son malandros, apenas ves una moto por el retrovisor, tiras el celular, la cartera y el reloj bajo el asiento para que no te roben.
Utilizas las palabras “chévere” y “arrecho” para definir cuanta cosa Dios creó.
Si la estás pasando bien en una fiesta o si una persona te resulta atractiva, dices que está “chévere”. Si algo te molesta estás “arrecho”, pero al mismo tiempo, una camioneta último modelo con todos los juguetes está “arrechísima”.
La palabra compuesta “marico-guevón” forma parte del diccionario masculino.
Si eres hombre venezolano, mencionas esta palabra al menos unas cinco veces cuando hablas con tus “panas”. En ningún momento estás ofendiendo a nadie. No, no, es de lo más normal.
La fiesta siempre empieza tres horas después.
El venezolano es impuntual desde el nacimiento. Todo el mundo sabe que si la invitación dice a las 8 de la noche, se llega a partir de las 10pm y la fiesta se pone buena a la medianoche.
Y después del primer trago, todos son “hermanos”.
Un “pana” seguro es ese que te “salvó la patria” cuando te quedaste sin hielo para el ron; después de eso, se volvió tu hermano. Venezolano que se precie se vuelve hermano de aquel otro con el cual compartió dos tragos, una cena, una conversación profunda o un viaje a la playa.
Vives tu vida de manera que “como vaya viniendo, vamos viendo”.
El venezolano es poco planificador y le gusta ver que las cosas fluyan. No te puedes sorprender de un viaje que empezó con sentido a los Andes y termina de cabeza en una playa de Sucre. Entiendes que como vayan viniendo las cosas, vas resolviendo.
Manejar cotidianamente es el “Rally” más complejo en el que hayas participado.
El mejor entrenamiento te lo han dado las calles y autopistas de Venezuela que están llenas de huecos y barrancos; por esta razón, has creado un instinto de supervivencia vial que te da currículum para zonas de alto riesgo.
Estás convencido de que la “Arepa” es el mejor desayuno del mundo.
El venezolano come arepa una vez por semana, como mínimo. Nada como una arepita de carne mechada con queso amarillo recién hecha, o desayunarte el primero de enero con una mega arepa de pernil y su salsa desbordándose. Hay otros que no cambian una “Reina Pepeada” luego de la rumba en la discoteca. Cada uno tiene su versión favorita.
Te aguantas el chalequeo.
El “chalequeo” no tiene nada que ver con chaleco, chaqueta o sweater.
El término significa tomarle el pelo a alguien, fastidiarlo o molestarlo. Y tu… tu te aguantas el chalequeo.
Sabes que “bajarte de la mula” implica un golpe a tu billetera.
Es típico que echando un cuento digas: “me tuve que bajar de la mula con 10 palos”. Es que años atrás, contar con una mula era un signo de status. A los deudores se les reclamaba que si no iban a pagar, por lo menos se bajen de la mula.
Te has echado una buena rasca en la playa.
Es mentira que si eres Venezolano, nunca te has echado una “peita” playera. Luego de tener la música a todo volumen y odiar al vecino de la sobrilla de al lado; todo mejora y se vuelve color de rosa con unos rones encima. Lo último que recuerdas es tu cuerpo empanizado de arena y tus amigos tomándote fotos.
La gasolina no está dentro de tu presupuesto.
El precio es tan barato que cuando te toca llenar el tanque, reúnes todas las monedas que tienes tiradas en el carro para poder pagar y de paso le dejas propina al “bombero” para un cafecito. Según Global Petrol Prices, un litro de gasolina en Venezuela cuesta $0.01, por lo que casi nadie tiene en mente cuánto va a pagar de gasolina
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